Cuando estoy dentro de tu cuerpo,
me siento dentro de la verdadera
felicidad absoluta, dentro del edén,
dentro del paraíso.
Eres ser viviente que mana leche y miel.
Cuando estoy dentro de tu cuerpo,
siento que he llegado a la tierra prometida.
Cuando estoy dentro de tu cuerpo,
me siento dentro de la verdadera
felicidad absoluta, dentro del edén,
dentro del paraíso.
Eres ser viviente que mana leche y miel.
Cuando estoy dentro de tu cuerpo,
siento que he llegado a la tierra prometida.
Nuestros labios unidos
son ciencias,
Filosofía, Matemáticas.
La poesía en su estado vivo.
Epidermis biológica
dentro de la cual,
ruge la sangre salvaje
del amor que nos une.
Sentí que se impregnaba toda mi vida
de felicidad, al tu depositar un beso
con tus hermosos labios en mi oído.
Era una llama que despertaba todo mi ser.
Habían comenzado las colisiones
de nuestros cosmos.
Cuando nos amamos,
es como si nos ausentáramos de este mundo.
Nuestras voces se transforman.
Son mas dulces, mas quedas, mas apaciguadas.
Y nuestros corazones laten tan fuertes,
que mantienen en vilo a todo el universo.
Cuando tus falanges
se entrelazan con las mías,
un intenso fuego nos arropa.
Es una intensa roja llama que nos cura
y vemos como se abre en la distancia,
las puertas del universo
y yace tirado de bruces,
el amor en nuestro lecho,
que como hoguera incandescente,
siempre devora nuestros cuerpos.
Las montañas de tus glúteos
son las laderas por donde quiero escalar
hasta tus hombros
y desde allí gritar a los cuatro vientos
las gracias a Dios por haberte creado.
Un resplandor áureo indescriptible
nos cubre cuando hacemos el amor.
Nuestros cuerpos experimentan
la gran metamorfosis.
Por unos instantes
tenemos el paraíso perdido.
Mis labios libaban
las mieles del amor vertidas en tu pecho.
Aquello era un rito.
Tu voz de soprano,
comenzaba aquel concierto solo para dos.
Aquel “magno acto” por el cual
se merece la pena vivir.
Cuando tu cuerpo cabalga sobre mi cuerpo,
siento la felicidad plena
realizada en todo mi ser.
Somos como dos moles cósmicas
y nos abrazamos tan fuerte,
que oímos dialogar entre si
nuestras palpitaciones cardiacas
y con nuestras epidermis muy juntas,
casi fusionadas entre si,
nos desplazamos eufóricos
y en forma estrepitosa
por la orbita del amor.
Tu cabellera suelta y salvaje
son como redes de lianas cósmicas,
en donde todo mi ser se mece,
observado por tus ojos de fuego
y arrullado por tu voz de violín.